Escritor y Cronista gastronómico
Del Carnaval, lo confieso, lo único que me gusta mucho son las filloas y las orejas, y muy poca laconada, evitando las grasas y procurando comer más grelos que tocinos.
De los choqueiros, disfrazados de limpia cristales, horteras, gritones, chuzas, berreantas y escándalo que lo rodea, ¡ESCAPO SIEMPRE!
Siguiendo la tradición de mi familia, desde la bisabuela, abuelas, madres y hermana, ésta última, como todos los Carnavales (prefiero llamarlo únicamente con la palabra internacional conocida desde Brasil a las quimbambas pasando por Santa Eugenia de Ribeira y San Ginés o Chanchencho, «carnaval» y nunca entroido, antroido…), ha hecho 100 orejas con la receta familiar heredada, para repartir entre todos nosotros familia, lo que todos los años le agradecemos enormemente, su gran labor, que consume tanto material gastronómico, tiempo, esfuerzo, habilidad y saber.
La receta no la sé porque nunca participé en su elaboración, pero siempre tuve parte en su degustación.
Poca gente sabrá, estimado lector avispado e inteligente, que sigues mis crónicas culinarias y festivas, cuál fue la primera filloa alimentaria del ser humano. Yo no lo sé, pero algo os puedo explicar de su origen probablemente galaico. Porque no son típicas de Sydney, ni de Hong Kong, ni de California, ni de Moscú. Son de esta parte de Europa la Vieja.
Aunque es difícil encontrar el origen de las filloas, hay indicios que apuntan a que los romanos ya consumían una mezcla sencilla en forma de torta. Algunas referencias hablan de una comida elaborada con agua, especias, miel, huevos y harina llamada phyllon. Una palabra que, si la pronunciamos, guarda mucha relación con nuestra conocida filloa. La palabra es de origen griego y significa lámina.
Hay otra teoría que apunta a que la receta de la filloa fue tradición de los pueblos precristianos y se extendió por la Europa conocida. Así, este producto, en sus diferentes variantes de ingredientes y apariencia, se iría asentando por diferentes puntos de la geografía europea. El caso más similar a la filloa gallega es el de las famosas crepes de Francia, ya importadas a España.
Los crepes son un plato típico de una zona de Francia muy concreta: la Bretaña. Las filloas, por su parte, lo son de Galicia. Ambas regiones, ambos pueblos, tienen en común una cosa: su origen celta. De modo que, de ser así, significaría que las filloas ya se cocinaban antes del siglo V y que llegaron a Irlanda e Inglaterra con las invasiones celtas centroeuropeas.
Hoy se hacen muchos tipos de crepes, filloas y empanadillas, pronto veremos las filloas rellenas de churrasco, de callos, de chuletón, de rodaballo, de cangrejo, en una especie de filloa-fusión-confusión. Todo se andará.
Relativo a las orejas supongo que su historia corre paralela a la de las filloas.
De momento yo ya tengo mi postre de orejas deliciosas que me durarán como mínimo una semana de satisfacciones dulces.
Incluso tomo las orejas con chocolate, colacao, cacao y café con leche, en el desayuno y en el postre de cualquier comida o picoteo. Buen provecho a todos.
¡Salud, disfrute, libertad y tradición, por los siglos de los siglos, AMÉN!