¿Cómo están ustedes?»: La política se viste de payaso

Adiós a los debates sesudos, a la confrontación de ideas y a la búsqueda de consensos. Llegan los lideras al hemiciclo y por lo bajini suena aquella pregunta de los payasos de la tele ¿Cómo están ustedes?

El Congreso de los Diputados ha mutado, cuál crisálida a mariposa multicolor, en el espectáculo más vodevilesco de la temporada. Con la platea ciudadana cada vez más vacía y bostezando, los honorables representantes cobrando de nuestros impuestos, han decidido que la mejor estrategia para captar la atención no es precisamente edificar, sino lanzarse la basura dialéctica unos a otros con una puntería envidiable.

Y es que, ¿para qué discutir sobre políticas públicas cuando se puede disfrutar del deporte nacional de la «mierda lanzada a distancia»? La ciudadanía, que en su día soñó con un foro de ideas, ahora asiste atónita a un reality show donde el guion parece escrito por un comité de guionistas más preocupado por el share que por el bien común. El resultado, predeciblemente, es una desmovilización generalizada. La izquierda, la derecha, el centro… da igual el color, el hastío es universal. Ya lo vimos en la última convocatoria de la derecha en Madrid, donde yos militantes, salvo unos cuantos, parecía haberse tomado unas largas vacaciones.

Parece que nuestros esforzados representantes políticos han descubierto una nueva forma de optimizar su jornada laboral. Lejos de los debates del Congreso, que, seamos sinceros, cada vez se parecen más a una sesión de pressing catch con corbata, algunos parecen encontrar la verdadera vocación en las «horas extras» fuera del hemiciclo. Y no hablamos de labores altruistas, sino de un afán desmedido por «llenar sus bolsillos de manera obscena», emulando a aquellos «capitanes de antaño» del PP que ya nos dejaron su impronta.

La escena es digna de una tragicomedia. Mientras la ciudadanía se debate entre la inflación y la precariedad, algunos de nuestros próceres, aquellos que deberían velar por el bien común, parecen estar inmersos en una frenética actividad paralela. Ya no se trata solo de los conocidos nombres como Santos Cerdán, Ábalos y Koldo, cuyas andanzas han monopolizado titulares. ¡No! La fiesta parece extenderse, y ahora se suma a ella un «oriundo de Ferrol», Tellado, quien, según los rumores, parece haber aprendido bien la lección de la «vieja escuela» del caudillo.

Es una lástima que tanto «esfuerzo» y «dedicación» se destinen a engrosar cuentas personales en lugar de solucionar los problemas que sí afectan a la gente. Quizás si aplicaran el mismo ahínco en el Congreso, en lugar de en sus «horas libres» para negocios turbios, podríamos hablar de progreso. Pero claro, pedir peras al olmo… o decencia a ciertos políticos, parece ser la tónica de esta nueva era. La pregunta es: ¿hasta cuándo durará la paciencia del pueblo ante esta función tan poco edificante?

Mientras tanto, en la trastienda de este gran teatro, los medios de comunicación juegan su papel, a veces, con un entusiasmo digno de estudio. Si el Partido Popular hablaba de 100.000 asistentes a la convocatoria de Madrid, no faltaba el «palanganero» de turno, elevando la cifra hasta los 400.000, desafiando las leyes de la física y, por supuesto, de la verdad. Hablar de independencia informativa en este contexto es casi un chiste, una quimera que no se divisa ni con el microscopio más potente. La máxima parece clara: depende de dónde venga la soldada, así se pronuncia la voz o la pluma (ahora ordenador)

Así, entre dimes y diretes, entre cifras infladas y ataques personales, el Congreso sigue su curso, ajeno al hartazgo de unos ciudadanos que, quizás, un día decidan apagar la televisión y buscar un entretenimiento más edificante. O, quién sabe, quizás hasta se animen a escribir su propio guion. Total, ¿qué podría salir peor?

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